“Chespirito: Sin Querer Queriendo”
- Bruno Israel
- 26 jul
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 30 jul
Por Bruno Israel

Este jueves terminó “Chespirito: Sin Querer Queriendo”
La bioserie de uno de los máximos exponentes del humor mexicano y un ídolo entrañable en toda América Latina llegó a su fin este 25 de julio. Producida por sus hijos, Roberto y Paulina Gómez Fernández, en asociación con HBO Max, esta serie se estrenó el 5 de junio de 2025 a través de Max, y durante ocho semanas nos llevó por un viaje íntimo y emotivo a través de la vida de Roberto Gómez Bolaños, mejor conocido como "Chespirito".
Cada jueves, un nuevo episodio de 45 a 50 minutos nos adentró en los pasillos de la televisión mexicana, en sus conflictos creativos, sus amores y sus dudas, pero también en ese mundo brillante donde nacieron personajes que marcaron generaciones como El Chavo del 8 y El Chapulín Colorado.

Un retrato emotivo, pero con matices
La serie no se conforma con homenajear. También muestra luces y sombras. A través de una narrativa bien cuidada y una ambientación que respeta la época, vemos al joven Roberto antes de ser Chespirito: su timidez, su inseguridad como creativo, su frustración por no ejercer la ingeniería y su lucha por abrirse camino en un medio que parecía inalcanzable.
El actor Pablo Cruz Guerrero logra una interpretación sensible, alejada de la imitación fácil. En su piel vemos al hombre detrás del mito: el que escribía libretos para Viruta y Capulina, el que dudaba si merecía el éxito, el que se enamoró dos veces y el que a veces, como muchos, se equivocó.

Una producción cuidada y llena de nostalgia
Chespirito: Sin querer queriendo acierta al recrear los sets de televisión, los anuncios de época, los foros donde nacieron sus personajes y los conflictos reales que lo rodearon: las tensiones con el elenco, la salida de Carlos Villagrán (Quico), la cercanía con Ramón Valdés (Don Ramón) y la compleja relación con su primera esposa, Graciela Fernández, madre de sus seis hijos.
La historia de su amor con Florinda Meza también es abordada, aunque con nombres ficticios y ciertos giros dramatizados, lo que ha provocado algunas críticas, especialmente de la propia Florinda. Pero eso no le resta humanidad a una serie que intenta, más que justificar, mostrar.

Detrás del genio, el hombre
Muchos datos curiosos se cuelan con naturalidad: su apodo “Chespirito” se lo dio el director Agustín Delgado, por ser un “Shakespeare chiquito”; su devoción por el América inspiró El Chanfle; y su etapa como guionista de cine antes de brillar en televisión, donde pulió su estilo y aprendió a observar como pocos el alma del pueblo.
Los personajes más queridos surgen con ternura: El Chavo, inspirado en un niño bolero que conoció en Acapulco; El Chapulín, como respuesta a los héroes infalibles; y El Doctor Chapatín o Los Caquitos, que aparecen brevemente como parte de su evolución creativa.

Música que conecta con el alma
Uno de los grandes aciertos es la banda sonora. Bajo la dirección de Camilo Froideval y Dan Zlotnik, la música original convive con éxitos de los años 70, como “Vive” de Napoleón o “Por una mujer” de Wilkins. Las melodías no solo acompañan, sino que nos transportan. Los fans reconocerán incluso fragmentos de las canciones originales de la vecindad y guiños musicales escondidos entre escenas.

Los cameos que emocionaron en “Chespirito: Sin Querer Queriendo”
Uno de los detalles más conmovedores y entrañables de esta serie fueron sus cameos. No se trata de apariciones hechas solo para el aplauso fácil, sino de guiños pensados con sensibilidad y respeto. Son pequeños regalos para quienes crecimos con el humor de Chespirito y conocemos su historia más allá de la pantalla.
Aquí te comparto los más destacados:
Macarena García: el legado de una dinastía televisiva
Uno de los aciertos más sutiles pero profundamente emotivos fue la elección de Macarena García, joven actriz y nieta de la legendaria Anabel Gutiérrez (quien interpretó a Doña Espotaverderona en Chespirito), para dar vida a Graciela Fernández, la primera esposa de Roberto Gómez Bolaños y madre de sus seis hijos.
Macarena interpreta a Graciela con sensibilidad y respeto, mostrando a una mujer inteligente, amorosa y herida por la vida pública y privada de su esposo. Su actuación sostiene varios de los momentos más humanos de la serie.
Y lo más poderoso es que, sin decirlo abiertamente, hay una línea invisible que conecta a la actriz con el universo que su abuela ayudó a construir. La nieta de una figura clave del Chavo interpretando a la esposa del creador. Es un homenaje silencioso que solo los conocedores notan, y al descubrirlo, emociona aún más.
Édgar Vivar, el regreso del corazón
Ver al querido “Señor Barriga” en un rol diferente fue, sin duda, uno de los momentos más especiales. En el segundo episodio, Édgar Vivar interpreta a Agustín P. Delgado, el director que bautizó a Roberto como “Chespirito”.
Cuando pronuncia la frase: “Tú escribes como un Shakespeare chiquito…”, se siente como si un viejo amigo nos contara una anécdota en confianza. Un cameo breve pero cargado de simbolismo: el actor que creció junto a Chespirito, dando vida al hombre que le dio su nombre artístico. Emotivo, discreto y muy bien logrado.
Roberto Gómez Fernández como su propio abuelo
Otro momento que pasa casi desapercibido pero que guarda una carga emocional enorme es la aparición de Roberto Gómez Fernández, hijo de Chespirito y productor de la serie.
¿A quién interpreta? A Francisco Gómez Linares, el padre de Roberto. Es decir, hace el papel de su propio abuelo. Un gesto hermoso, casi íntimo. Una forma de cerrar el círculo, de rendir homenaje familiar desde dentro, sin grandilocuencias.

María Antonieta de las Nieves: entre líneas y emociones
Aparece solo unos segundos como una secretaria en las oficinas de Televisa. No tiene nombre, no es “La Chilindrina”. Pero la reconocemos de inmediato. Y eso basta. Es una participación que, aunque pequeña, dice mucho sin decir nada: ahí está ella, formando parte del homenaje, dejando atrás rencillas del pasado. Un gesto que emociona más por lo que representa que por lo que muestra.
Florinda, presente aunque ausente
Florinda no participa en la serie, e incluso ha sido muy crítica con ella. Pero su presencia se siente. En uno de los episodios finales, una actriz (a la que no se le llama por su nombre real) interpreta a la mujer que enamoró a Roberto. La escena es sutil, sin rostros claros, casi como una sombra en los ensayos. Y sin embargo, todos sabemos quién es.
Es una forma respetuosa de no borrar su papel en la historia, aunque el conflicto legal y emocional no permitió mostrarla directamente. Un equilibrio difícil, pero que la producción logró manejar con sensibilidad.
Esteban Valdéz como el técnico que creía en él
Sí, el hijo de Ramón Valdéz aparece en un rol discreto pero con mucho corazón: un camarógrafo veterano que aconseja a Roberto sobre cómo observar desde el monitor.
Más allá de su diálogo, su sola presencia es un guiño a toda una generación de actores y técnicos que hicieron crecer la televisión mexicana. Y lo hace desde el fondo, sin robar foco, como tantos lo hicieron en la vida real.
Y los objetos… también hicieron su cameo
En varios episodios aparecen objetos que son como personajes silenciosos:
El barril de El Chavo, apoyado contra una pared.
El balón de El Chanfle con una firma del “Zurdo López”.
El primer guión de Los Supergenios, mecanografiado y con tachaduras.
Cada uno de esos elementos despierta memorias. No se les da protagonismo, pero ahí están, acompañando la historia como viejos amigos.
¿Segunda temporada?
Hasta ahora, no hay confirmación oficial. Su hijo y productor, Roberto Gómez Fernández, ha dicho que “nada está descartado”, aunque el elenco y la estructura de la serie dan la sensación de que fue concebida como una historia cerrada. Algunos rumores apuntan a un proyecto de animación para continuar el legado desde otra perspectiva.

En resumen
“Chespirito: Sin querer queriendo” no solo retrata la vida de un ícono, también nos invita a mirar al hombre detrás del disfraz, con sus errores, sus miedos, su talento desbordado y ese genio para crear mundos entrañables desde la sencillez.
Con sus licencias creativas y sus momentos emotivos, esta serie es una carta de amor (y también de despedida) a quien logró algo muy difícil: hacer reír a todo un continente, sin querer queriendo.
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